Mi padre al verme se entusiasma y me comienza a contar como estuvo su día, yo sin tener ganas de conversar, sin embargo lo escucho por cortesía.
Me pregunta si ya cene, mintiéndole, le contesto que si.
La verdad es que siento muchas cosas en mi estomago menos hambre.
No se si sean las fechas que se acercan o simplemente el cargo de consciencia, pero tengo días soñando repetidamente con mi madre.
El mismo sueño, diferentes circunstancias pero siempre termina yéndose de mi lado.
Como lo hizo hace ya unos años.
Septiembre fue el mes que la vio partir. Tan solo el recordar la tarde en que se fue, me llena de lágrimas los ojos.
Fue muy triste, fueron demasiados sentimientos para una tarde.
El cielo color gris anunciaba que estaba por caer una tormenta. Mi mama terminaba de empacar sus cosas, mientras mi hermano y sus amigos terminaban de echar sus pertenencias al camión de la mudanza.
Yo, parado en la puerta de su cuarto observaba como ella se preparaba para irse.
La abrace y le suplique que no se fuera. No pudo contenerse. Las lágrimas también le ganaron, aunque al final mis palabras fueron en vano. Termino marchándose.
Por unos meses pensé que ese día había sido el peor, mas tarde supe que estaba equivocado.
Octubre y Noviembre pasaron en calma, pero llego Diciembre. El mes en que supuestamente las familias deben estar unidas, la época en que todo se olvida.
Para mi no fue así.
Noche buena fue la peor.
La familia de mi padre por causas legales tuvo que pasar Navidad en Estados Unidos, por lo que no tuvimos a donde ir.
Ese día temprano me levante, limpie la casa, me bañe y salí al súper a comprar los últimos ingredientes de lo que seria la cena.
Llegue y preferí no pensar nada y concentrarme en la cocina.
Quedo todo listo. Para ese día mi padre había comprado una vajilla con motivos navideños.
La puse sobre la mesa y comencé a servir el Jamón que tenia ya hecho en el horno.
Saque unas copas de la alacena y serví algo de vino blanco, llame a mi papa a la mesa.
Se acerco y no dijo ni una sola palabra. Yo imite su actitud. Preferí limitarme a comer.
Sin embargo nos fue casi imposible, fuimos tomados presos por el sentimiento.
Yo, preferí mantener la cabeza agachada, con la mirada sobre el plato.
No me di cuenta quien de los dos comenzó a llorar primero, cuando lo note los dos ya estábamos abrazados. Nunca había visto llorar a mi padre, ni siquiera meses antes cuando mama se había ido.
Ninguno de los dos pudo continuar con la cena.
Sin pronunciar una sola palabra, cada quien se encerró en su cuarto.
En los días siguientes preferimos evitar el tema.
No se, porque estos días la melancolía ha regresado.
La sensación de la primera Navidad sin mama esta de nuevo presente.