Verano Frío.
Una tarde prometedora como pocas, un par de llamadas y ahí estaba yo, de nuevo solo, conmigo.
Miro por el retrovisor y una par de ojos tristes se asoman tímidamente.
Sin saber a donde huir, mi pie derecho le pisa al acelerador y por inercia fui a parar a la playa.
Aunque el sol estaba por meterse aun quedaban algunas almas bañándose en la orilla.
Como todo antisocial empedernido, prefiero ir a un lugar mas privado.
De nuevo doy gasolina y freno en un mirador al que tenia mucho que no visitaba.
Aunque dista mucho de ser privado, es el lugar perfecto para ir a ver al Sr. Sol esconderse o simplemente para pasar un atardecer agradable.
Salgo del auto, y la brisa pega en todo mi cuerpo.
Me acerco a la orilla del risco, busco un lugar donde sentarme.
El borde es un buen lugar, donde mis piernas quedan al viento.
Después de un rato el sol ha desaparecido y las hormigas comienzan a picarme las piernas.
Aun no es de noche, pero definitivamente el día se ha marchado.
De repente, sin quererlo, mi cuerpo se impregna de algo mas que brisa, se llena de olor a soledad. Inevitablemente así fue.
No amigos, no familia, no desconocidos a quien sonreírles si quiera.
Las pocas parejas que había cuando llegue se fueron en cuanto cayó la noche. Así que el risco quedo vació. Igual que yo.
El mar haciendo alarde de su fuerza como siempre. Las estrellas apenas y se reflejaban en el agua.
Era la noche perfecta, en el tiempo inadecuado.
Fue un momento a solas que preferiría no hubiera pasado. Sin embargo, asi fue.
Estuvo conmigo y yo con el.
Traté de disfrutar lo más que pude.
Una experiencia rara, bastante melancólica.
Es la primera vez que corro a las faldas de mar a llorarle mi soledad.
Espero y sea la última.
Miro por el retrovisor y una par de ojos tristes se asoman tímidamente.
Sin saber a donde huir, mi pie derecho le pisa al acelerador y por inercia fui a parar a la playa.
Aunque el sol estaba por meterse aun quedaban algunas almas bañándose en la orilla.
Como todo antisocial empedernido, prefiero ir a un lugar mas privado.
De nuevo doy gasolina y freno en un mirador al que tenia mucho que no visitaba.
Aunque dista mucho de ser privado, es el lugar perfecto para ir a ver al Sr. Sol esconderse o simplemente para pasar un atardecer agradable.
Salgo del auto, y la brisa pega en todo mi cuerpo.
Me acerco a la orilla del risco, busco un lugar donde sentarme.
El borde es un buen lugar, donde mis piernas quedan al viento.
Después de un rato el sol ha desaparecido y las hormigas comienzan a picarme las piernas.
Aun no es de noche, pero definitivamente el día se ha marchado.
De repente, sin quererlo, mi cuerpo se impregna de algo mas que brisa, se llena de olor a soledad. Inevitablemente así fue.
No amigos, no familia, no desconocidos a quien sonreírles si quiera.
Las pocas parejas que había cuando llegue se fueron en cuanto cayó la noche. Así que el risco quedo vació. Igual que yo.
El mar haciendo alarde de su fuerza como siempre. Las estrellas apenas y se reflejaban en el agua.
Era la noche perfecta, en el tiempo inadecuado.
Fue un momento a solas que preferiría no hubiera pasado. Sin embargo, asi fue.
Estuvo conmigo y yo con el.
Traté de disfrutar lo más que pude.
Una experiencia rara, bastante melancólica.
Es la primera vez que corro a las faldas de mar a llorarle mi soledad.
Espero y sea la última.